Y eso..

Finjo que me pica un ojo. Apoyo mi cabeza sobre mis manos y me recuesto. Doblo los codos hacia adelante y desaparezco de la vista del resto, al menos mi cara, que es lo más evidente y delator en estos casos de inminente llanto.
Cuatro paredes blancas no son un buen lugar para morir; no hay nada de interesante y mágico en contar un final lleno de jeringas y respiradores artificiales. Y una vida espectacular amerita un final espectacular.

Y eso me rompe el alma, cuando se van a cumplir dos horas frente a la pantalla. Y el tremendo pescado salta y cuando se sumerge salpica mis ojos. Y cago, lloro por todas esas muertes que inevitablemente vendrán y que no tendrán una banda sonora de lujo ni una fotografía espectacular. Quizás porque no fueron vidas grandiosas y llenas de magia; simplemente fueron.

Y qué importa, a mi sólo éso me basta para derramar mis lagrimones, que son tan poco frecuentes, y que únicamente la ficción logra desatar con la fuerza que necesito.